1.- Termina un año litúrgico, que es una gran procesión majestuosa al final de la cual llega el Rey.
La realeza es una idea bíblica muy básica, que comienza ya con Adán y Eva en el jardín.
Adán es el primer sacerdote, él primero que alaba a Dios.
Y de esa alabanza correcta surge un orden y una belleza en ese jardín. También está destinado Adán a ser rey, esto es, alguien que reinará sobre el jardín y que mantendrá su belleza.
Y también está llamado a salir y ampliar el jardín hacia el exterior, hacia el resto del mundo.
Así que Adán es aquí un ser humano arquetípico. Cada hombre hemos de llevar impresa en nosotros la imagen de Dios, salir como reyes para ordenar el mundo que nos rodea según el propósito de Dios, y luego incluso expandirlo a todas las naciones.
2.- Ahora bien, ¿qué sucede con el pecado?
Es un deterioro de nuestra identidad sacerdotal porque nos impide alabar correctamente a Dios, pues estamos alabando todo lo demás.
Así que nuestra identidad sacerdotal se desmorona. También se pierde nuestra identidad real.
En nuestro pecado, nos ocupamos de nosotros mismos, ¿qué gano yo? ¿Qué mejorará mi vida? Pues en cuanto lo haga no me preocupa el florecimiento del jardín, y no puedo salir a ganar a nadie para Dios. Así es que también es una pérdida de mi identidad real.
Así sucede en la historia de Israel.
3.- Dios organiza una operación de rescate, en forma de un pueblo santo, un pueblo sacerdotal y Dios enseña a Israel cómo alabarlo correctamente.
De esto va el Éxodo y Levítico, etc.
Pero también quiere hacer de nosotros un pueblo real. Israel está destinado a ser el reino rectamente ordenado, que irá finalmente en marcha para poner en orden a todo el mundo.
Este pueblo real requiere un rey, que sea un buen pastor, que lo ponga en orden para que pueda hacer su trabajo.
Todo el Antiguo Testamento ha de ser leído hoy como esta búsqueda de un pastor, de un rey justo que conduzca a su pueblo hacia Dios.
Abraham desempeña este papel, sale de Ur de los Caldeos y llega a la Tierra Prometida, y establece el pueblo santo.
Isaac, Jacob, son figuras de reyes pastores, suben a través de una figura como José que se abre camino hacia Egipto, y se convierte en visir de Egipto durante una época de crisis. Es una figura de pastor real que restaura a sus hermanos.
Luego pasan los siglos, Moisés emerge tal vez como el más grande, los pastores, los líderes de Israel. Moisés, el libertador de la esclavitud, Moisés es el que conduce al pueblo al desierto, para alabar rectamente a Dios, para restaurar su identidad sacerdotal.
Y luego les da la ley. Así que es un pastor, una figura real.
¿Qué tienen en común todas estas figuras?
Son reyes, sí, pero todos son, en diferentes grados, reyes imperfectos, reyes imperfectos, reyes pecadores, que por lo tanto no pueden hacer el trabajo perfectamente bien.
Avanzando en la historia de Israel, llegamos a Josué, a Saúl. Es entonces cuando el pueblo Israel dice «Queremos un rey como el que tienen las demás naciones». Visiblemente poderoso, que asuste a los demás por su fuerza.
Es una mala práctica en nuestra fe cuando Israel trata de imitar a las demás naciones. Israel quiere destacar por su fuerza, no por su fe.
Así que Dios les dice: «Muy bien, queréis un rey así, os daré uno».
Les da a Saúl, que resulta ser un rey caído, imperfecto y muy peligroso, un rey que no gobierna para el bien de la nación, sino por su propio bien. Después de Saúl viene David.
Moisés tal vez sea el segundo rey más grande, porque David es presentado en el Antiguo Testamento como el mayor arquetipo de rey del Antiguo Testamento. El rey David, que une a las tribus de Israel, que establece la justa alabanza a Dios. que lleva el Arca de la Alianza a Jerusalén.
Es el inspirador del templo, David se pone en marcha. Lo que Adán debía haber hecho desde el principio.
David se pone en marcha, y expande las fronteras de Israel hacia el exterior.
David se convierte en este rey según el corazón de Dios. ¿Y cuál es la esperanza? La esperanza es que David al establecer el reino en el imperio esté cumpliendo la misión de Israel. Pero, ¿es David el rey perfecto? Difícilmente.
El sorprendente episodio de Betsabé en el que David aparece como adúltero y asesino. David es un personaje defectuoso y pecador, por lo que su realeza se ve comprometida.
4.- Ahora bien, ¿qué empezamos a escuchar en las escrituras de Israel después de David? es un anhelo por el verdadero y auténtico David, el Mashiaj.
Entonces comienzan a buscar al Mashiaj por excelencia.
Los Salmos y los profetas comienzan a manifestar esta esperanza y oración por el nuevo David.
¿Cuál es su trabajo? Ser sacerdote, sí; profeta, sí, pero también rey, que reuniría a las tribus que iría en marcha y pondrían el mundo en orden.
Avancemos muchos siglos, Surge Yeshua de Nazaret.
¿Qué predica?
¿Cuál es el tema de su predicación?
El Reino de Dios está cerca.
Este es el antiguo sueño de Israel, que se remonta hasta Adán, que bajo el liderazgo del rey correcto, el Reino de Dios, se establecería el Reino de Justicia.
El cielo y la tierra entrarán en armonía.
¿Qué hace Jesús, este Yeshua de Nazaret?
Comienza a reunir a las tribus.
Piensa en los 12 apóstoles representando a las 12 tribus.
Piensa en su comunión de mesa abierta, su actitud de invitación abierta y armada.
Jesús no se limita a ser un buen tipo, está haciendo lo que el rey debe hacer, unir y reunir a la nación.
Mientras predica la palabra de Dios, mientras da la nueva ley, hace lo que había hecho Moisés, cuando dio los Diez Mandamientos, la nueva ley por la que el pueblo debía regirse correctamente.
Y aquí surgen tantos reyes de la tierra, en cualquier parte del mundo, que tienden a entrar en lucha, con el plan de Dios. Surgen enemigos visibles, escribas, fariseos, romanos, etcétera, pero también enemigos invisibles. Piensa en los demonios que saben quién es, los poderes oscuros que se oponen a lo que él hace y mueve a los hombres a la ambición por el poder.
Jesús es el dador de la ley, reunidor de tribus, héroe militar. Se perfila como el rey de Israel.
Mientras los poderes de las tinieblas se cierran a su alrededor, Jesús lucha contra ellos.
5.- Ahora, la lectura del Evangelio de hoy.
Es Jesús de pie como cautivo ante Pilato,
Pilato, el representante local del emperador romano,
Pilato, que resume la realeza mundana, la forma en que se gobiernan las naciones caídas. Eso es lo que representa Pilato.
Y le dice a Jesús «¿Eres tú el rey de los judíos?».
Jesús respondió «Mi reino no pertenece a este mundo. Si mi reino perteneciera a este mundo mis asistentes estarían luchando para evitar que me entregaran».
¿Es un rey?
Sí, El nuevo Adán, así lo llama Pablo. Es un nuevo Moisés. Sí, en efecto.
Especialmente al dar la ley. Es un nuevo David.
Sí, porque él es el Mashiaj. Es el ungido.
Es el que encarna lo mejor de la realeza en Israel, pero ahora lo hace perfectamente y sin pecado. Y aquí, en el momento culminante, se encuentra cara a cara con este representante de la realeza terrenal caída.
Y dice: «El reino que yo tengo», no pertenece al mundo Pilatos en el que tú vives.
Pilato es un rey en la forma antigua, y una de sus marcas, por cierto, es la violencia.
Por eso dice el Señor, «Pues si yo fuera de ese mundo mis ayudantes estarían luchando».
Él representa este orden superior del orden del cielo, el reino de Dios llegado a la tierra. Y es allí donde se entabla la lucha.
¿Cómo leemos la cruz? La cruz es el rey davídico que sale a combatir. ¿A qué se opone en esa cruz?
Todas las tinieblas del mundo, toda la manera de organizarse del mundo caído, todo su odio y violencia y estupidez e injusticia, su criminalidad, todo ello se le viene encima.
Y Jesús no lo combate en sus propios términos, no con las armas del mundo, sino que la combate a la manera de un rey piadoso, para que la cruz se convierta en su trono.
Su corona es esa corona de espinas. Es la mansedumbre como fuerza y testimonio
Cristo Rey, resumiendo toda la historia de Israel y enfrentándose mediante el poder de su abnegación, todas las tinieblas del poder mundano.
El cristianismo depende de esto. ¿Podéis verlo todos? Se trata de servir, amar y perdonar.
¿En qué reino estás tú? ¿Con Pilato o con Jesús?
O en lenguaje de los ejercicios ignacianos. ¿Qué norma sigues? La norma de Satanás, la norma de Cristo?.
Sólo hay una gran opción. ¿En qué reino estás? En el que le llevó a la cruz, o en el que él encarna en la cruz?
Por eso esta fiesta es tan importante. Cristo Rey, Cristo Rey.
Esa es la elección.
¿Pertenezco a estos reinos caídos, encarnados por Poncio Pilato y todos los que le precedieron, y todos los que vendrían después de él,? O ¿Pertenezo a Cristo Rey, que reina en la justicia divina, la justicia de un amor vaciado de sí mismo?.
Por eso esta fiesta, llega al final de todo el año litúrgico, es tan importante, porque fuerza esa decisión. ¿En qué ejército estás? ¿A qué rey sigues?
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